09 enero, 2013

¿Por qué se arrugan las yemas de los dedos cuando se sumergen mucho tiempo en el agua?

Hasta ahora creía que era debido al fenómeno de osmosis. Sin embargo, un estudio publicado hoy en Biology Letters propone una explicación alternativa mucho más convincente…

dedos

Desde hace cientos —o tal vez miles— de años, los humanos han visto con extrañeza cómo sus dedos se arrugan cada vez que son sumergidos en el agua por largos periodos de tiempo. Nosotros mismos nos percatamos de este suceso cada vez que nos damos un baño caliente o un chapuzón en la piscina.

La explicación más popular le echaba la culpa a la osmosis: un fenómeno físico típico de las membranas semipermeables, las cuales dejan pasar sólo determinados iones o moléculas de una solución. En este caso, las células que forman parte de la capa externa de la piel dejan pasar el agua provocando un hinchamiento y arrugamiento de la yema de los dedos.

Sin embargo, en la década de 1930, se hizo un inesperado descubrimiento: si los nervios de los dedos estaban dañados o si la piel que recubría la yema de los dedos era cortada y reinjertada, simplemente no se daba el arrugamiento. Esto apuntaba a que el cambio en la textura de la piel era, en realidad, una reacción involuntaria o reflejo del sistema nervioso autónomo del cuerpo y no un producto de la osmosis.

Entonces, si el arrugamiento es un proceso activo gobernado por un nervio, este debería tener alguna función evolutiva. En el 2011, el Dr. Mark Changizi, un neurobiólogo de los laboratorios 2AI en Idaho (EEUU), propuso una interesante teoría. Para él los pliegues y las arrugas en los dedos mejoran el agarre de objetos húmedos o sumergidos bajo el agua tal como los surcos de los neumáticos mejoran la tracción de los autos de Fórmula 1 en pistas mojadas.

Como la hipótesis se veía bastante atractiva, el biólogo evolutivo Tom Smulders de la Universidad de Newcastle (Inglaterra) decidió probarla a través de un ingenioso experimento.

Smulders y sus colegas reclutaron a un grupo de voluntarios para que recogieran 45 diferentes objetos —canicas y plomos de pesca— de una bandeja con su mano derecha y los pasaran a su mano izquierda a través de un pequeño agujero. Un grupo de los participantes tendrían los dedos secos y el otro grupo los dedos arrugados después de ser sumergidos en agua tibia por 30 minutos. El primer experimento consistía en recoger los objetos mojados y el segundo experimento en recoger los mismos objetos pero secos.

Los resultados del primer experimento mostraron que el grupo de los dedos arrugados recogieron los objetos húmedos un 12% más rápido que el grupo que tenía los dedos secos. Mientras que en el segundo experimento, no se observaron diferencias significativas entre los dos grupos de participantes. De esta manera, Smulders demostró el arrugamiento de la yema de los dedos mejora el agarre de los objetos cuando están húmedos.

La importancia evolutiva radicaría en que las arrugas ayudaron a nuestros antepasados a colectar las plantas húmedas que crecían cerca a la rivera de los ríos. De manera análoga, la arruga en los dedos de los pies evitaba que resbalaran durante las lluvias.

Aún queda precisar cómo las arrugas mejoran el agarre de los dedos. Una hipótesis dice que estas proporcionan una mayor área de contacto entre los dedos y los objetos. Otra hipótesis sugiere que ayudan a canalizar el agua lejos de la yema de los dedos evitando así que los objetos se deslicen. Incluso una hipótesis plantea que la exposición prolongada al agua hace que la piel libere aceites que aumentan la fricción de los dedos.

Si bien las arrugas nos confieren una ventaja con los objetos húmedos pero ninguna desventaja con los objetos secos, no está claro por qué nuestros dedos no se mantienen siempre arrugados. La explicación que da Smulders es que las arrugas podrían disminuir la sensibilidad en la punta de nuestros dedos o aumentar las probabilidades de sufrir daños cuando se atrapen objetos.


Referencia:

Kareklas, K., Nettle, D. & Smulders, T. V. Biol. Lett. doi: 10.1098/rsbl.2012.0999 (2013).

Vía | ScienceNOW & Nature News.

6 comentarios:

  1. Hola David.
    Muy interesante el artículo y un buen recurso para usar de introducción en alguna clase y lograr la atención de los alumnos.
    Saludos =)

    ResponderBorrar
  2. Muy interesante, aunque no me termina de convencer del todo jeje. ¿Tal fue la ventaja que les supuso a nuestros antepasados esto, que se seleccionó evolutivamente? No creo que poder colectar las plantas más rápidamente sea razón de peso como para que se seleccione este caracter y se elimine el otro. ¿Qué piensas?

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Tienes razón. La explicación evolutiva no está muy clara. Para ello los investigadores sugieren realizar más experimentos y estudios comparativos con otras especies que comparten esta misma característica con nosotros para ver en que punto de nuestra historia evolutiva los dedos empezaron a arrugarse y por qué.

      Borrar
  3. Me parece interesante los textos que contiene este Blog. Diariamente nos enfrentamos con diferentes y nuevas oportunidades de conocer más nuestro mundo y todo lo que nos rodea.
    Dios, te bendiga por compartir.
    Atte. nuegod@gmail.com Google+

    ResponderBorrar
  4. Creo recordar que Desmond Morris hacía alusión a un grupo de teorías que proponían que nuestra especie había evolucionado como animal costero que pasaba largo tiempo en el agua en las riberas de ríos o en el mar. Esta adaptación podría estar relacionada con esa idea especialmente si uno se imagina a nuestros ancestros recogiendo crustáceos y moluscos sumergidos durante mucho tiempo -mejor que las hierbas, supongo yo-. Esta mejora del agarre podría ser un factor ventajoso.

    Un abrazo

    ResponderBorrar

Se respetuoso con tus comentarios y críticas. Cualquier comentario ofensivo será eliminado.