Hace unos tres millones de años, una roca exiliada en los confines del sistema solar, en una región conocida como Nube de Oort, empezó su largo viaje hacia el Sol. A medida que la roca se acercaba a nuestra estrella, el hielo que contenía en su interior comenzó a sublimarse (paso directo del estado sólido a gaseoso) dejando una enorme estela brillante tras de sí.
En setiembre del 2012, dos astrónomos rusos (bueno, uno bielorruso) del International Scientific Optical Network (ISON) lo descubrieron y lo nombraron C/2012 S1. El cometa rápidamente se hizo famoso debido al tamaño (2 Km de diámetro) e integridad de su núcleo, lo que presagiaba que sería el más brillante de los últimos años, tanto así que lo nombraron el "cometa del siglo".
El 28 de noviembre pasado, el cometa ISON se acercó a un poco más de un millón de kilómetros de la superficie del Sol, una distancia tan corta que lo más probable era que se evaporara y desintegrara debido al enorme calor y gravedad de nuestro astro rey. Su viaje suicida fue seguido muy de cerca por dos observatorios espaciales solares: SOHO y STEREO. Estos telescopios cuentan con coronógrafos que permiten bloquear el inmenso brillo del sol para estudiar su atmósfera y objetos menos brillantes alrededor de él (es como crear un eclipse total constante).
Gracias a estos equipos se pudo grabar el siguiente video:
Los científicos siguen estudiando si quedó algo del cometa ISON. En el video se aprecia que hay restos del cometa que sobreviven y rodean la superficie del Sol, lo que no se sabe es si sólo son escombros o si ha sobrevivido alguna parte íntegra del núcleo de roca y hielo. Sólo queda esperar las imágenes que tomará próximamente el telescopio espacial Hubble.
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