Quién no ha sufrido un hecho traumático durante su vida, ya sea un accidente automovilístico, un terremoto, un asalto o una violación. Tal vez no a todos, pero sé que a la mayoría sí, por lo menos un asalto en la calle. ¿Les ha cambiado la forma como ven el mundo que los rodea?. Muchos me dirán que no porque es parte de la vida y a cualquiera le puede pasar. Sin embargo, hay personas en las que uno de estos acontecimientos los deja marcados para toda la vida, creándoles un miedo incontrolable o un trauma psicológico que no pueden superar.
A este problema, en el mundo de la salud mental, se le conoce como Trastorno por Estrés Pos-Traumático (PTSD, por sus siglas en inglés). Este desorden es tan común y evolutivamente primitivo que hasta los animales lo pueden padecer. Por ejemplo, cuando un perrito ha sido maltratado por su dueño, es muy difícil que se te acerque para que lo acaricies, se alejan con el rabo entre las piernas, o se defienden ferozmente. En los humanos, se ven casos de personas que, tras haber sobrevivido a un fuerte accidente automovilístico, tienen miedo a viajar en carro y evitan a como de lugar hacerlo. Pero, también se ven casos en que estos hechos traumáticos no afectan en lo más mínimo a la persona y esta puede continuar con su vida normalmente. En otras palabras, hay personas que se recuperan rápidamente de un trauma y otras que no. Pero, ¿de qué depende esto?
Investigadores norteamericanos liderados por el Dr. Kerry J. Ressler del Instituto Médico Howard Hughes (HHMI), encontraron las posibles bases moleculares de este trastorno. Ellos observaron que PACAP —un neuropéptido envuelto en la coordinación de las funciones cerebrales en respuesta al estrés— y el gen ADCYAP1R1, que codifica para la proteína receptora de PACAP (PAC1), están directamente relacionados con la manifestación del PTSD, según reportaron esta semana en Nature.
Los investigadores seleccionaron a pacientes con alto riesgo de padecer un PTSD crónico ya que tenían antecedentes de haber estado expuestos a situaciones traumáticas. Al analizar las muestras de sangre los investigadores observaron una relación directa entre los niveles PACAP y los síntomas de un PTSD. Sin embargo, esta relación sólo fue encontrada en las mujeres. Luego analizaron al gen que codifica para receptor de PACAP, lo secuenciaron y los compararon entre sí. Los investigadores encontraron una variante genética que estaban directamente asociadas con el PTSD, sin embargo, nuevamente estaba limitada sólo a las mujeres.
Pero, ¿por qué solo se encontraba estas dos relaciones en las mujeres y no en los varones? Un estudio más exhaustivo demostró que esta variante en el gen ADCYAP1R1 estaban ubicadas dentro de una región putativa que respondía a la presencia de estrógeno —una de las principales hormonas femeninas. Es por esta razón que también las mujeres son más propensas a sufrir de desórdenes psicológicos pos-traumáticos.
Pero, ¿cómo hace una experiencia traumática para relacionarse con una variante genética?. Un hecho traumático ocurre en nuestro entorno, entonces lo consideraremos como un factor ambiental. Los factores ambientales también tienen la capacidad de influir en la expresión o inactivación de determinados genes, a través de cambios en la estructura del ADN. A esto lo conocemos como epigenética.
Cuando vivimos un hecho traumático, se activan ciertas rutas metabólicas en nuestras células, las cuales producen y liberan determinados factores de transcripción, neurotransmisores y hormonas, que nos ponen en un estado fisiológico conocido como estrés. El ADN puede ser modificado mediante la unión de grupos metilo a determinados nucleótidos (metilación del ADN), el cual cambia la forma de la cromatina, exponiendo o escondiendo determinados genes.
Ressler et al. observaron que en los pacientes propensos a sufrir de PTSD, una región del gen ADCYAP1R1 estaba sumamente metilada, y estaba presente tanto en los varones como en las mujeres. Los investigadores creen que a medida que se repite un hecho traumático, los genes relacionados con la respuesta al estrés empiezan a acumular metilaciones, los cuales cambiarán la forma en que responden después de ocurrido el hecho traumático.
Este estudio abre el camino hacia la búsqueda de marcadores específicos para el diagnóstico preventivo del PTSD y el desarrollo de nuevos tratamientos. Los tratamientos actuales contra el PTSD incluyen prolongadas terapias psicológicas y el uso de drogas que bloquean los receptores de determinados neurotransmisores. Lamentablemente, no en todas las personas funciona de la misma manera. Tal vez, dentro de unos años, podremos usar los niveles de PACAP en sangre para determinar si una persona que acaba de pasar por un hecho traumático desarrollará un PTSD y empezar con la terapia psicológica lo más pronto posible. Por otro lado, podríamos secuenciar el gen ADCYAP1R1 y ver si la persona tiene la variante genética responsable del riesgo a sufrir de PTSD.
Referencias:
Ressler, K.J., et al. Post-traumatic stress disorder is associated with PACAP and the PAC1 receptor. Nature 470: 492–497 doi:10.1038/nature09856 (2011).
Bertini, I. & Lichinat, C. A molecular shield from trauma. Nature 470: 468–469. (2011).
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