Nuestro ADN codifica al menos 20.000 proteínas, de las cuales unas 3.000 tienen la capacidad de unirse a distintos fármacos. Sin embargo, menos de 700 interactúan con aquellos que están aprobados por la FDA. Esto quiere decir que el 90% de las proteínas con potencial terapéutico aún son desconocidas o poco estudiadas.
Desde el año 2014 se pretende revertir esta situación gracias a una iniciativa de los Instituto Nacionales de la Salud de los Estados Unidos (NIH) denominada Consircio para Iluminar el Genoma ‘Drogable’ (IDG), el cual está conformado por instituciones norteamericanas y europeas.
La palabra ‘drogable’ viene del inglés druggable. No tiene una traducción directa al español pero básicamente hace referencia a la capacidad de una molécula —en este caso, una proteína— para interactuar con un determinado fármaco.
Entre el 2014 y 2016, el consorcio sistematizó en un portal llamado Pharos toda la información referente a las proteínas 'drogables', especialmente, de tres grandes familias: las quinasas, los canales iónicos y las GPCR (receptores acoplados a proteínas G), para que investigadores de todo el mundo puedan acceder a ellas y encuentren funciones interesantes que no han sido descritas hasta el momento.
En el 2017 se inció la segunda fase del programa que consiste en estudiar las propiedades de estas proteínas ‘drogables’ halladas en los tres años previos, a través de procesos experimentales y bioinformáticos. De esta manera se pretende encontrar nuevos fármacos y dilucidar otras funciones de las proteínas estudiadas desde un punto de vista fisiológico. Para ello se usarán animales de laboratorio y edición de genes mediante CRISPR.
Gracias al avance de la ciencia, hoy contamos con herramientas que nos permiten correr miles de ensayos a la vez. El análisis de la cuantiosa información generada lo hacen las computadoras. De esta manera, podemos explorar el potencial terapéutico de miles de moléculas y acelerar así el desarrollo de nuevos fármacos o hacerlos más efectivos.
Por otro lado, se podrá identificar genes y proteínas que son responsables de los efectos no deseados que tienen los fármacos o de las reacciones cruzadas que se pueden dar con el fin de ahorrar tiempo y dinero durante el desarrollo de los medicamentos.
Desde el año 2014 se pretende revertir esta situación gracias a una iniciativa de los Instituto Nacionales de la Salud de los Estados Unidos (NIH) denominada Consircio para Iluminar el Genoma ‘Drogable’ (IDG), el cual está conformado por instituciones norteamericanas y europeas.
La palabra ‘drogable’ viene del inglés druggable. No tiene una traducción directa al español pero básicamente hace referencia a la capacidad de una molécula —en este caso, una proteína— para interactuar con un determinado fármaco.
Entre el 2014 y 2016, el consorcio sistematizó en un portal llamado Pharos toda la información referente a las proteínas 'drogables', especialmente, de tres grandes familias: las quinasas, los canales iónicos y las GPCR (receptores acoplados a proteínas G), para que investigadores de todo el mundo puedan acceder a ellas y encuentren funciones interesantes que no han sido descritas hasta el momento.
En el 2017 se inció la segunda fase del programa que consiste en estudiar las propiedades de estas proteínas ‘drogables’ halladas en los tres años previos, a través de procesos experimentales y bioinformáticos. De esta manera se pretende encontrar nuevos fármacos y dilucidar otras funciones de las proteínas estudiadas desde un punto de vista fisiológico. Para ello se usarán animales de laboratorio y edición de genes mediante CRISPR.
Gracias al avance de la ciencia, hoy contamos con herramientas que nos permiten correr miles de ensayos a la vez. El análisis de la cuantiosa información generada lo hacen las computadoras. De esta manera, podemos explorar el potencial terapéutico de miles de moléculas y acelerar así el desarrollo de nuevos fármacos o hacerlos más efectivos.
Por otro lado, se podrá identificar genes y proteínas que son responsables de los efectos no deseados que tienen los fármacos o de las reacciones cruzadas que se pueden dar con el fin de ahorrar tiempo y dinero durante el desarrollo de los medicamentos.
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