Implantes de hormonas femeninas en serpientes confunde a los machos.
Estas sentado en el bus de regreso a casa, leyendo un buen libro de divulgación científica después de un arduo día de trabajo. Cuando de pronto, en una esquina, sube una chica despampanante. Tiene grandes senos que se asoman tímidamente por el escote de su blusa, un trasero levantado y contorneado que sobresale bajo una apretada minifalda, una cintura perfecta con el tatuaje de una mariposa en la parte baja de la espalda, el cabello lacio y castaño que caen como una cascada sobre sus hombros, y lleva puestos unos lentes de sol que de seguro ocultan unos bellos ojos verdes.
Te das cuenta que el único asiento disponible es el que está a tu lado. La chica, con una seguridad abrumadora, toma ese lugar. Ya no puedes concentrarte en la lectura pero sigues tomando el libro simulando ser una persona intelectual. Tratas de mirarle de reojo pero no puedes, los nervios no te dejan hacerlo. Sin embargo, diez cuadras más allá te llenas de valor y giras la cabeza para verla directamente a la cara.
De pronto, sientes un frío en la espalda al ver una protuberancia que sobresale de su garganta… “¿Acaso es eso una prominentia laryngea?”, te preguntas angustiado. La respuesta llega al instante, cuando esa despampanante 'chica' te pregunta con una voz de Arnold Schwarzenegger “¿Me dices la hora, biebi?”
Algo similar le pasó a un grupo de serpientes jarreteras de flanco rojo (Thamnophis sirtalis parietalis) cuando un par de investigadores de la Universidad Estatal de Oregón les pusieron serpientes “transexuales” frente a ellas. Algunas cayeron en la trampa y trataron de cortejarlas, pero hubo otras que las preferían tanto o más que a una hembra de verdad. El estudio fue publicado el 9 de Febrero en The Journal of Experimental Biology.
En los vertebrados, los machos y hembras presentan características muy específicas que los diferencian entre sí, las cuales están reguladas por la activación de las hormonas sexuales. Sin embargo, esto no ocurre en las serpientes jarreteras, donde diferenciar a un individuo del sexo opuesto es un verdadero reto. En parte se debe a que son muy parecidos físicamente y, cuando se reúnen para aparearse, lo hacen en grupos de miles de individuos envueltos en un verdadero frenesí.
Esto ocurre cada primavera en la región de Manitoba (Canadá), donde miles de machos —atraídos por las feromonas sexuales emanadas por las féminas— se reúnen en torno a ellas formando una burbuja de puro sexo rastrero. La única forma que tienen de reconocer a la hembra es a través de sus lenguas que son capaces de detectar las señales químicas del entorno.
La pregunta que nos podemos hacer es si las hormonas sexuales femeninas cumplen un rol importante en este proceso. En las aves, el estrógeno es el encargado de activar la expresión de estas señales, y dada su estrecha relación evolutiva con las serpientes (en general con los reptiles), tal vez tenga el mismo efecto sobre ellas.
Bajo este razonamiento, los zoólogos Rockwell Parker y Robert Mason se hicieron una nueva pregunta: ¿qué pasaría si los machos son expuestos al estrógeno? ¿acaso olerían como las hembras y se volverían irresistibles para los otros machos? Para dar una respuesta a su interrogante diseñaron un extraño experimento. Primero colectaron un grupo de serpientes jarreteras macho de Manitoba y las llevaron a su laboratorio en Oregón. Luego, a través de una cirugía, les pusieron implantes hormonales de 17β-estradiol en sus cavidades corporales y las llamaron “serpiente E2”. Finalmente las regresaron a sus hábitats naturales durante la siguiente primavera para ver lo que pasaba.
Para el primer experimento pusieron a la pobre serpiente E2 en medio de muchos machos deseosos por aparearse. Como era de esperarse, todas las serpientes silvestres empezaron a cortejar macho con olor a hembra quien hacía todo lo posible por rechazarlos. De seguro se habrá sentido como un preso en su primer día en la cárcel.
Esto no quedo ahí y decidieron llevar el experimento a un segundo nivel. Para esto pusieron a la serpiente E2 junto a una hembra rodeada por miles de machos tratando de aparearla. Para su sorpresa, varios machos silvestres perdieron el interés en ella y volcaron sus esfuerzos por cortejar al macho implantado a quien de seguro confundieron con otra hembra (suele ocurrir, sobre todo cuando te pasas de copas). El proceso era reversible, ya que cuando les quitaron los implantes al año siguiente, las serpientes E2 volvían a ser normales y ya no eran acosados por otros machos.
Sin embargo, uno de los resultados más extraños fue cuando los investigadores impregnaron los aromas de los machos E2 y las hembras silvestres mediante el roce de sus vientres a través de los brazos de un laberinto en forma de “Y”. El dúo observó que los machos implantados llegaban a ser mucho más atractivos (sexis) que las hembras pequeñas.
La explicación es que las serpientes jarreteras las prefieren grandes porque dan más crías. Pero lo que no entendían era por qué los estrógenos en el macho los hacían ver tan atractivos como las hembras grandes.
Para dar una respuesta, Parker & Mason colectaron las feromonas secretadas por la piel de las serpientes, tanto silvestres como implantados, y analizaron su composición química a través de un espectrómetro de masas. Los resultados mostraron que las feromonas están compuestas por metilcetonas ligeras y pesadas. En las hembras de gran tamaño, la versión pesada es la más abundante. Y para su sorpresa, los machos E2 también presentaban esta versión. “Resulta que los estrógenos estimulan la expresión de metilcetonas 'más sexis', por lo tanto, más pesadas”, concluye Parker.
El estudio no siguiere que ocurra lo mismo en humanos ya que nuestra conducta reproductiva no se basa en las señales químicas, aunque existan ciertas evidencias, algo vagas, de la presencia de feromonas humanas que inconscientemente somos capaces de detectar.
Referencias:
Parker, M. R. & Mason, R. T. How to make a sexy snake: estrogen activation of female sex pheromone in male red-sided garter snakes. J. Exp. Biol. 215, 723–730. doi: 10.1242/jeb.064923 (2012).
Yfke Hager. Oestrogen key to female snake’s sexiness. J. Exp. Biol. 215, ii doi: 10.1242/jeb.070706 (2012).
Esta entrada participa en el X Carnaval de Biología celebrado este mes en el blog Scientia que esta semana cumplió un año de vida. !Felicidades!
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