Cerca al lago Turkana en Kenia, se encontraron fósiles de varias especies homínidos primitivos que vivieron hace unos 2 millones de años, entre ellas están Homo habilis, Homo rudolfiensis y el Paranthropus boisei. Estos fósiles tienen una característica muy especial, ya que proveen de “una foto instantánea” de la dieta de esos homínidos que vivieron en un momento crítico en la evolución de los humanos modernos, cuando sus pequeños cerebros empezaron a adquirir capacidades cognitivas superiores.
Huesos fósiles de cocodrilos, tortugas y peces —animales acuáticos ricos en ácidos grasos buenos para el cerebro como los Omegas— se encontraron junto a herramientas de piedra de los estos homínidos. Según el arqueólogo David Braun, ya se sabía que fue durante este periodo que el cerebro de estos homínidos se había incrementado considerablemente, pero no se tenían evidencias si fue debido a que estos individuos habían mejorado la calidad de sus dietas, lo que habría llevado a la evolución del H. erectus.
Los cerebros son órganos que requieren una alta cantidad de energía. Los homínidos más primitivos basaban su alimentación sólo en frutas, plantas y algunos insectos, los cuales no les daban la suficiente cantidad de energía para mantener un cerebro más desarrollado. Esto se puede comprobar fácilmente observando a los chimpancés, quienes basan su alimentación en estos tres elementos. Tener un cerebro más pequeño no les permitió poder desarrollar herramientas que a la larga les facilitarían la vida. Fue así que cuando empezaron a tener dietas mucho más energéticas a base de animales menores, su capacidad cognitiva fue desarrollándose a medida que su cerebro aumentaba su volumen. Fue así que empezaron a desarrollar herramientas sofisticadas a base de piedras y huesos que les permitieron cazar una mayor cantidad de animales, mucho más grandes y nutritivos, favoreciendo enormemente el desarrollo de su inteligencia.
Al tener cerebros más grandes necesitaban de mayor cantidad de alimentos, así que entraron a competir con otros depredadores por las mejores presas, fue así que desarrollaron un nivel de relaciones sociales mucho más complejo para poder administrar bien las energías y recursos. Pero, se dieron cuenta que al vivir cerca de ríos y lagos, la competencia con otros grandes carnívoros era menor, así que empezaron a formar asentamientos humanos a las orillas de ríos y lagos, viviendo de la pesca, los cuales les daban una mayor cantidad de estos aceites esenciales buenos para el cerebro… los Omega.
Vía Wired Science.
Como nos explican Arsuaga y Martinez en "La especie Elegida", para acceder a la fuentes de nutrientes de alta cualidad; los que nos otorgarían la energía suficiente para abastecer un cerebro más grande, primero ´tenfríamos que ser capaces de desarrollar la tecnología (herramientas y prosedimientos) que nos permitirían acceder a dichos alimentos de superior cualidad nutritiva. En otras palabras, tendríamos que ser mucho más inteligentes, lo que quiere decir que tendríamos que tener un cerebro más grande. La lógica inapelable de este razonamiento; en opinión de Arsuaga y Martinez, invalida la hipótesis eco-tecnológica (la planteada en este artículo) a la hora de explicar el por qué nos creció el cerebro.
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