Restos fósiles del pie de un homínino de 3.4 millones de años de antigüedad sugiere que hubo una mayor diversidad locomotora a inicios de la evolución humana.
Nuestra línea evolutiva apareció hace unos seis millones de años, cuando nos separamos de los chimpancés. Una de las primeras especies de homíninos del cual tenemos registros fósiles es el Ardiphitecus ramidus, que vivió hace unos 4.4 millones de años en África. Este homínino ya era capaz de caminar en dos patas, aunque aún tenía los dedos gordos del pie (hallux) largos y arqueados, características típicas de los grandes simios que viven en los árboles. Es por esta razón que algunos investigadores consideran al Ad. ramidus como un simio que evolucionó ciertas adaptaciones para el bipedismo de manera independiente.
En el 2011, un estudio publicado en Science confirmaba que otro homínino ancestral llamado Lucy (Australopithecus afarensis) caminaba en dos patas. El Dr. Donald Johnson y sus colaboradores llegaron a esta conclusión después de analizar los fósiles del cuarto metatarsiano de un Au. afarensis de 3.2 millones de años de antigüedad y ver que se parecían más al de los humanos modernos que al de los chimpancés.
Sin embargo, los escasos registros fósiles con los que contamos en la actualidad mantienen abierto el debate sobre el origen de los humanos. Muchos paleoantropólogos están de acuerdo en que el bipedalismo fue un proceso clave en nuestra evolución, pero hasta ahora no podemos explicar cómo apareció.
Un reciente estudio publicado el 28 de Marzo en Nature revela que pudo existir otro ancestro humano contemporáneo al Au. afarensis que aún estaba diseñado para vivir en los árboles. Los investigadores liderados por la Dra. Yohannes Haile-Selassie del Museo de Historia Natural de Cleveland (EEUU), llegaron a estas conclusiones después de analizar los restos fosilizados de ocho huesos del pie derecho de un homínino que vivió hace 3.4 millones de años al este del África.
Los pies de los humanos son muy diferentes al de los otros primates. Nosotros tenemos el dedo gordo largo y considerablemente grande, orientado hacia el mismo lugar donde apuntan los demás dedos, los cuales son mucho más cortos y rectos que el de los otros simios. Además, nuestros pies tienen un talón grande y estable que nos permite pisar firmemente cuando caminamos; así como también, un arco bien desarrollado que endurece la parte media del pie y transfiere el peso de nuestro cuerpo hacia la base del dedo gordo, ayudando a empujar el cuerpo hacia arriba y adelante para mantener una postura erguida.
Los huesos hallados por Haile-Selassie y sus colegas son realmente desconcertantes. Si bien datan del mismo periodo en el que vivió Au. afarensis, las características que presentan hace que sean más parecidos a los pies del Ad. ramidus. El dedo gordo es largo y apunta en dirección opuesta a los otros dedos, los cuales son ligeramente curveados. Esto les habría permitido sujetarse de las ramas y así poder escalar los árboles. En ciertos aspectos, es similar a los pies del gorila. Por ejemplo, el hueso del cuarto metatarsiano es relativamente largo, similar al encontrado en los monos.
Sin embargo, estos fósiles también presentan ciertas adaptaciones al bipedalismo. Por ejemplo, las terminaciones de los huesos metatarsianos —con excepción del dedo gordo— son largos y esféricos y las falanges están inclinadas hacia arriba por los extremos. Estas son características típicas de los pies de los humanos primitivos.
Los investigadores son conscientes de que necesitan más fósiles para asegurar que se trate de un nuevo homínino (un ancestro de nuestra misma línea evolutiva), aunque las evidencias encontradas hasta ahora apuntarían a que sí lo son. No obstante, si se puede afirmar que habían individuos que caminaban y trepaban árboles conviviendo, al mismo tiempo, con los Au. afarensis, quienes ya habían desarrollado el bipedismo.
Por ahora, los mismos paleoantropólogos no están seguros de qué características de los pies son necesarias para caminar, correr o trepar árboles. ¿Hasta que punto un pie más humano puede comprometer la capacidad de trepar árboles de un Australopithecus? o ¿hasta que punto la divergencia del dedo gordo del pie permite a un Ardipithecus caminar de manera efectiva? Son preguntas que aún esperan una respuesta.
Referencia:
Haile-Selassie, Y., Saylor, B., Deino, A., Levin, N., Alene, M., & Latimer, B. (2012). A new hominin foot from Ethiopia shows multiple Pliocene bipedal adaptations Nature, 483 (7391), 565-569 DOI: 10.1038/nature10922
Lieberman, D. (2012) Hman evolution: Those feet inancient times Nature, 483 (7391), 550-551 DOI: 10.1038/483550a
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